Reporte Sudamérica 2018

Brasil

Patricio Tapia

Mayo 26.2018

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En una encrucijada 

Hemos estado antes aquí. Y no me refiero al Vale dos Vinhedos y sus montañas llenas de una vegetación espesa, interrumpida a veces por viñas igualmente verdes y densas, encaramadas en las laderas, uno de los paisajes vitícolas más espectaculares de Sudamérica. Me refiero a que hemos estado antes en esta situación con Descorchados, visitando una región o un país productor de vinos que, en vez de buscar su verdadera identidad, lo que busca es complacer al mercado por las vías más obvias posibles.

Por primera vez, desde que comenzamos a incluir vinos brasileros en Descorchados, hace ya 4 años, hemos decidido catar vinos tranquilos, no-espumantes. Necesitábamos hacerlo, porque la idea de esta guía, en cada país que visita, es tratar de tomar la foto más panorámica posible. Y en Brasil nos estaba faltando una parte muy importante.

Si solo contamos el número de muestras catadas de vinos tranquilos (522) versus el número de ellas que, de acuerdo a nosotros, fue digno de recomendar (87), los resultados de esta primera experiencia no fueron muy alentadores. Y, principalmente, por las razones habituales, las mismas que hace más de una década tuvimos en Argentina, por ejemplo, cuando hablar de vinos sobre maderizados o sobre extraídos era hablar en chino.

Brasil se encuentra en esa encrucijada, ese momento en el que sus productores –ante decenas de caminos- optan por la madera como solución a sus problemas con la materia prima, por la súper extracción para crear vinos grandes, vinos que impresionan, que dan un golpe frontal en el paladar, pero que carecen de equilibrio; tintos, sobre todo, llenos de un exceso de madurez que oculta completamente su sentido de lugar.

Muchas veces se puede culpar al clima. En la Serra Gaucha, la región de vinos más importante de Brasil, llueve mucho y, aunque no es un clima tropical ni mucho menos, la humedad es un problema para la sanidad de los viñedos y, ergo, la expresión frutal de las uvas. En años normales, las precipitaciones rondan los 2.000 milímetros, lo que es 4 o 5 veces más que lo que llueve, por ejemplo, en el Valle del Maipo, en Chile. Esa excusa, razonable por lo demás, se suma a temperaturas moderadas que rara vez sobrepasan los 28 grados en los meses más calurosos, es decir, entre diciembre y febrero. Todo esto hace que la madurez no siempre sea la óptima, y eso se siente en los taninos duros, en la acidez alta, a veces demasiado alta incluso para una guía que ama los vinos ácidos, como esta.

Aunque, tras probar esos 522 vinos, la sensación es más bien desoladora, lo que nos alienta es que sí hay gente que puede hacerlo bien, y a veces de forma sobresaliente. El trabajo de Miolo lidera a este grupo, una bodega muy grande, pero que se ha concentrado en producir los mejores tintos de Brasil. Pero hay más como Guatambú, Leone di Venezia, Casa Valduga, Luiz Argenta, Era dos Ventos y un delicioso pinot noir, el Maestría, de Santa Augusta. Si se puede con el pinot, entonces se pueda con cualquier cepa.

Flavio Pizzato

En blancos sucede algo peculiar. Salvo el caso excepcional de Luiz Argenta, una bodega que produce blancos pulcros, muy bien diseñados, sin baches, lo demás que sobresale es todo experimental, todo jugado en los extremos. Se nos vienen a la cabeza, por ejemplo, los blancos de Quinta da Figueira, Faccin, Dominio Vicari, Pizzato (sí, Pizzato, enfocado en experimentar con el semillón y su crianza), Vinha Unna y Leone di Venezia. Todos estos vinos estarían perfectos en una de esas ferias de vinos naturales que tan de moda se han puesto en estos tiempos. Y nadie creería que están fuera de lugar.

Por el momento, entonces, los espumantes de Brasil tienen una gran ventaja en términos de calidad. Un clima húmedo y fresco es un lío cuando se quiere dejar madurando las uvas, pero cuando se las corta temprano para espumantes, es casi la condición ideal. Sin embargo, hay luces de que el asunto mejorará en los demás estilos, incluso hasta en los llamados vinos “naranja” que son todo un boom en Brasil. De hecho, es el único país que cubre Descorchados en donde el número y la calidad de sus exponentes nos dio este año para todo un ranking dedicado a ellos.

¡Vamos moscatel!

Pero si las series de catas de tintos y blancos fueron difíciles, las de espumantes y, sobre todo, las de un estilo en particular como el moscatel, resultaron ser toda una delicia. El moscatel fue una de las primeras cepas que llegó a la Serra Gaucha, junto con la inmigración italiana hacia la zona, en el siglo XIX. Su método de producción está relacionado o, al menos inspirado en los espumantes de la zona de Asti, en el norte de Italia, y que implican una sola fermentación en tanques de acero.

Entre lo que catamos, 41 muestras en total y 30 de ellas recomendadas en nuestra selección final (un porcentaje inusualmente alto para una categoría en Descorchados), la que más llamó nuestra atención fue Farroupilha, una zona ubicada a medio camino entre Bento Gonçalves y Caxias do Sul, en el corazón de la Serra Gaucha.

Coincidente con el paisaje general de esta parte de Brasil, Farroupilha es una zona de montañas, tupidas de vegetación salvaje y en donde, de vez en cuando se ven “latadas”, el sistema de conducción en pérgolas o parrones con el que tradicionalmente se produce el moscatel.

Estamos en una zona de minifundios, de pequeños productores que en un par de hectáreas tienes sus plantaciones de vegetales, algún ganado y también sus latadas. Por ejemplo, Monte Paschoal, unas de las bodegas más grandes de la zona y cuyos moscateles están entre nuestros favoritos, trabaja con 250 de esos productores para producir unas 200.000 botellas de su vino.

Marcos Vian es el consultor enológico de Monte Paschoal, y él nos cuenta que Farroupilha es una zona de una altura mayor al promedio de la Serra Gaucha (está a 700 metros) y que eso influye en que las condiciones climáticas sean distintas, sobre todo en lo que se refiere a menores temperaturas. Y esas menores temperaturas son fundamentales, especialmente si pensamos que los moscateles espumantes, inspirados en Asti, suelen ser dulces y que una buena acidez (de clima fresco) ayuda mucho al equilibrio.

Un moscatel tipo en Farroupilha tiene unos 70 gramos de azúcar, unos 7,5 grados de alcohol y una acidez muy alta para contrarrestar ese dulzor. El máximo de chaptalización permitido en Farroupilha es de 35 gramos de azúcar. De lo contrario, dice Vian, los vinos apenas alcanzarían a tener 6 grados de alcohol.

Para Vian, sin embargo, la clave está en el material genético con el que cuentan. Ellos en Monte Paschoal trabajan con el moscatel “Antigo”, es decir, con el material original que trajeron los inmigrantes a Serra Gaucha y que ellos mismos han ido multiplicando. “En Brasil hay muchos tipos de moscateles y también muchos clones, pero nosotros preferimos el moscatel antigo porque nos da vinos con mejor acidez y también con producciones por hectárea más consistentes.” Agrega Vian.

Pero antes que todo esto está el moscatel como variedad, la intensidad de sus aromas, lo seductor que es en climas frescos. Los moscateles espumantes de Farroupilha y también de otras zonas en la Serra Gaucha tienen un encanto especial. Sí, son dulces, pero también huelen intensamente a frutas, a uvas rosadas que uno come como postre. Y sí, también es cierto que, cara a cara, es probable que no se le pueda comparar con algunos nature brasileros, que hay muchos y muy buenos, porque su complejidad no alcanza. Y ahí está la clave. Los moscateles espumantes de Brasil se definen por su simpleza, por lo encantadoramente simples que son, pero eso no es impedimento para que muestren también algo de lo que carecen la mayor parte de los vinos tranquilos de este país: carácter. Es un estilo único, de lo más brasilero que uno puede beber en Brasil, dejando a las caipiriñas de lado, por supuesto.