Descorchados Uruguay 2019

Una idea en proceso

Patricio Tapia

Abril 22.2019

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El lugar parece un parque. Los olivos perfectamente ordenados, simétricos, el pasto bien cortado, los viñedos, las esculturas que de tanto en tanto se ven en medio del paisaje, los árboles rodeando la propiedad. A un lado, la almazara y, al otro, la bodega de vinos. En medio de las ondulantes colinas de la zona de José Ignacio, a pocos kilómetros del mar, en la Bahía de Maldonado, el proyecto Bodega Oceánica de Natalia Welker y Marcelo Conserva es prolijo, lleno de detalles.

De las 50 hectáreas, 21 corresponden a olivos con los que producen cerca de 60 mil litros del aceite O’33. A ellas se suman unas ocho hectáreas de viñedos plantados hacia 2012, con los que han producido unas 30 mil botellas en dos cosechas con la ayuda del enólogo Hans Vinding-Diers, conocido por Noemía, su proyecto en la Patagonia Argentina.

Tal como el paisaje de viñedos, esculturas y olivos, los vinos que elaboran también son prolijos. El año pasado, la primera vez que tuvimos la oportunidad de probarlos en Descorchados, pudimos darnos cuenta de eso. Una bodega nueva, en su primera cosecha, mostraba algunos trazos de lo que el proyecto pretende: vinos frescos, orientados hacia el mar, con la idea de beberlos en la playa junto a un pescado a la parrilla. Algo de eso había. Lo detectamos en un rosado de pinot noir que tenía ese frescor, esa fruta viva. El resto de lo poco que probamos, aunque prolijo y sin defectos, aún necesitaba trabajo, sobre todo en términos conceptuales. Poco de frescor oceánico había allí.

Este año, con la segunda entrega para Descorchados, el asunto se aclara. Y aunque aún es prematuro decir que Bodega Oceánica tiene un estilo (con apenas un par de cosechas en el mercado), sí es posible ver que el asunto va bien encaminado. Y, sobre todo, porque tras ese lado artístico, medio sofisticado, medio hype si lo prefieren, se siente que no solo se trata de modelos abriendo botellas mientras caminan por la playa al atardecer (como se ve en el sitio web) o de la inclinación de los dueños hacia el arte. Hay sustancia aquí y eso se ve, por ejemplo, en el Albariño 2018, el mejor blanco de Uruguay para nosotros y un vino que sí, es prolijo, que se ve ordenado y pulcro, pero cuya densidad y fruta van mucho más allá.

Bodega Oceánica ha sido la revelación de este año en Descorchados, una de las muchas luces que hemos visto en el último tiempo en Uruguay, un país que está en movimiento, que tiene armas enormes (suelos, climas, cultura… con eso es suficiente) pero que aún no termina de creer en sí mismo ni termina de elaborar mentalmente la idea del vino uruguayo.

En ese contexto, la irrupción de Bodega Garzón en el panorama charrúa ha sido determinante. Sí, hay mucho dinero detrás, y ese dinero se ve en los viñedos, en la bodega, en las instalaciones de Garzón, en todo lo que han hecho. Pero también hay que considerar en la ecuación la confianza que un inversor argentino (el empresario Carlos Bulgueroni) ha puesto en Uruguay. Nadie había comunicado los vinos uruguayos como ellos lo han hecho. Y, otra vez, por mucho que la idea sea de última tecnología y que haya recursos para comunicarla, por mucho que se le ponga intención, sino no hay buenos vinos, el asunto se desmorona.

Los vinos de Bodega Garzón, en un comienzo, resultaban decepcionantes. Es entendible que en una bodega nueva, con madera nueva, viñedos nuevos y ganas y energías nuevas, no haya un equilibrio. Sin embargo, ya desde 2018 se notó un cambio. Y este año se ha cristalizado. Balasto 2016, por ejemplo, el mejor vino de Uruguay de este año, de acuerdo a Descorchados. No es habitual que el vino más ambicioso de una bodega de grandes proporciones sea así, fresco, tenso. Lo usual es que haya más pirotecnia, más fuerza, más elementos que intenten demostrar que se trata de un esfuerzo grande. Balasto 2016, sin embargo, parece contenido, mínimo en sus recursos. La fruta está por delante, una fruta cristalina que pretende mostrar ese lado marino de Uruguay que, hoy por hoy, está dando los mejores vinos del país.


En el sentido de las manijas del reloj, Marcelo y Natalia de Bodega Oceánica, Juan Bouza, Juan Marichal y Fabiana Bracco.

Entre esos vinos también hay que contar a Bouza, la bodega de la familia Bouza que vive momentos de revolución. Los viñedos de Pan de Azúcar, muy cerca del mar, están dando vinos deliciosos en frescor, mientras que sus viñas tradicionales en Las Violetas muestran por primera vez un lado mucho más refrescante y tenso. Hay una nueva orientación allí. En el pasado, los vinos de Bouza –especialmente los tintos– se parecían demasiado entre ellos y también se parecían demasiado a lo que las modas de sobre madurez imponían en el mundo. Hoy eso ha cambiado, y el mejor ejemplo es Parcela Única B28 de la cosecha 2017, de Las Violetas. Aquí la fruta vibra en su frescor. Este vino fue elegido como el mejor tannat de este año en Descorchados, en un empate con Valle de los Manantiales, el tannat que la familia Deicas obtiene desde los viñedos de la zona de Garzón y que el año pasado fue elegido como el mejor tinto por nuestra guía.

Deicas muestra el camino en la escena de vinos uruguayos. Gracias al espíritu inquieto y curioso del joven Santiago Deicas, esta bodega hoy está produciendo los vinos con más carácter en su historia. Y sí, se trata de una bodega grande, o al menos grande para los estándares uruguayos (dos millones de botellas al año, aproximadamente) pero que aún así se da el espacio para experimentar, aprender de esos experimentos y luego aplicarlos a los demás vinos de su portafolio.

Deicas tiene vinos con un fuerte sentido de lugar (Valle de los Manantiales, Cerro del Guazubirá, Mar de Piedras) que han llegado a ese nivel porque se ha experimentado con la fruta, tanto en el viñedo como en la bodega: cosechas más tempranas, menos extracción, menos madera, es decir, parte de las técnicas usuales si se quiere obtener vinos de mayor carácter. Y esas lecciones se han aplicado a sus otras líneas, como por ejemplo a los vinos más simples de Establecimientos Juanicó, donde también la madera y la sobre extracción y súper madurez parecen quedar a un lado y es el carácter frutal lo que predomina, un camino similar al que hace ya algunos años tomó De Martino en Chile o Zuccardi en Argentina, dos ejemplos de bodegas de espíritu comercial que han sabido llegar a un equilibrio y ofrecer vinos de gran carácter, pero también comerciales, bien hechos y en balance.

En ese empate técnico del mejor tannat de Descorchados también se incluye este año a Grand Reserve A de Marichal, una bodega familiar de la zona de Canelones, liderada por Juan Andrés Marichal, un enólogo al que siempre hay que tener en cuenta cuando se habla de tintos uruguayos. Marichal selecciona parras de una parcela de media hectárea de los tannat más viejos de la propiedad de Etchevarría, plantados hacia fines de los años 70, para un vino de corte clásico. Aquí el tannat se muestra en toda su intensidad, con toda su fuerza. Por tannat como estos, monolíticos, severos, austeros, fue que nos enamoramos de esta cepa hace ya dos décadas. Este tannat es un clásico.

Un camino diferente es el que ha tomado Viñedo de los Vientos. Desde sus inicios, gracias a la cosecha 1998, Pablo Fallabrino y su mujer, Mariana Cerutti, se han inclinado por la experimentación en vinos que poco y nada han tenido que ver con las modas. Más bien empatizan con la idea de juego con la que ambos entienden el hecho de hacer vinos con las uvas de sus viñedos en la Atlántida, allí donde el Atlántico se junta con el Río de la Plata. Viñedo de los Vientos, con sus propuestas a veces extrañas, a veces refrescantes como jugos de frutas, otras impenetrables y severas, sigue siendo un soplo de aire muy fresco en la escena uruguaya y sudamericana.

También en la Atlántida (qué gran nombre para una apelación) está Bracco Bosca, recién con tres cosechas y 45 mil botellas anuales. Esta pequeña bodega, comandada por la energética Fabiana Bracco, ha logrado tintos de intensa fruta, honestos y directos. Este año nos ha gustado especialmente su Gran Ombú #13 de la cosecha 2018, una mezcla en donde predomina el cabernet franc (“mi padre creía que el cabernet franc debía ser la cepa en Uruguay”, dice Fabiana) y que es pura fruta y frescor, pero a la vez mucha profundidad. Si no pueden dar con él, traten con el Gran Ombú 2017 Merlot, una de las grandes sorpresas del Descorchados del año pasado. Mucho ojo con Bracco Bosca y su pura y refrescante visión de los tintos uruguayos.

Nombres que también debieran recordar son Antigua Bodega, Carrau, de Lucca o Pizzorno, bodegas emblemáticas que están produciendo algunos de los mejores vinos que hayan hecho en su historia. Antigua Bodega dejando atrás la madera y mostrando su fruta vivaz y clara; Carrau siempre con sus vinos de corte clásico, tannat de vieja escuela que están en todo resumen de la cepa; De Lucca y sus vinos puros, llenos de vitalidad y Pizzorno, otro de los clásicos que se ha reinventado. Prueben el Exclusivo Maceración Carbónica 2018, un nuevo nombre y una nueva etiqueta, pero el mismo vino que, desde 1999, viene mostrando que el tannat también puede ser un vino ligero y simple para apagar la sed.

Otros nombres a tener en mente son Casa Grande y Viña Edén. La joven Florencia de Maio, cuarta generación de viticultores, está a la cabeza de esta bodega en Canelones. Hasta la cosecha 2013, se dedicaban a producir uvas para terceros, pero fue Florencia quien se atrevió a dar el paso y embotellar sus propios vinos. Hoy produce unas 50 mil botellas, entre las que se destaca su Gran Tannacito 2015, un tradicional tannat austero, severo, de taninos firmes y punzantes y de acidez intensa refrescando frutas rojas y negras y especias.

Viña Edén, en tanto, es propiedad de Mauricio Zlatkin, un brasilero de Río de Janeiro que en 2009 cambió el mundo de las finanzas por el de las parras a unos 25 kilómetros del mar, y muy cerca de la Laguna del Sauce en la Bahía de Maldonado. Allí ha construido una moderna e imponente bodega que, además, incluye un restaurante con una vista inmejorable de la zona, las sierras y las ocho hectáreas de viñedos. Los vinos de Edén poco a poco comienzan a mostrar el frescor del lugar. Este año, por ejemplo, hemos escogido el Methóde Champenoise Brut Nature Edén como el mejor espumante del año, un vino con un 85% de chardonnay de acidez deliciosa y una fuerte carga frutal.

Y para terminar con este resumen, un ejemplo que habla de lo que está sucediendo en Uruguay hoy. El año pasado dedicamos el análisis de este país a la actividad vitícola en sus costas, sobre la Bahía de Maldonado. Cerro del Toro, el nuevo proyecto de la familia Kambara en Maldonado, lleva esa idea al extremo del vino atlántico con viñas plantadas mirando al océano, frente al pueblo costero de Piriápolis y a apenas dos kilómetros del mar. La familia Kambara es propietaria de astilleros en Japón y, expandiendo su negocio, se instaló en Uruguay hace unos 45 años. Recién en 2016 comenzarón a plantar viñas y hoy tienen 28 hectáreas mirando al océano. Esta cosecha 2018, casi en fase experimental, es un atisbo, no solo de lo que ellos pueden obtener, sino de hasta dónde la viticultura uruguaya puede aprovechar ese océano que tiene enfrente. Su Tannat 2018 huele a mar, un guiño, una señal de un futuro probable para toda la viticultura uruguaya, tan temerosa a veces, tan insegura de sus medios.


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